martes, 28 de junio de 2011

El retorno... por Rapa.

Siete meses llevaba yo sin ponerme un dorsal. Siete meses en que mi cuerpo no me dejaba hacer lo que yo quería. Siete meses de frustración, solo mitigada por el afecto y el cariño de los amigos demostrado día a día.
Estos siete meses han tenido las obvias consecuencias que eran de esperar. Estado de forma entre lamentable y calamitoso, pérdida total de sensaciones de competición y más de ocho kilos que le metí a mi cuerpo, casi todos ellos albergados en mi perímetro abdominal y causados en gran parte por mi adicción irrefrenable a esos locales tan maravillosos llamados guachinches.
Pero llegó el día en que había que empezar a poner fin a todo eso. Y qué mejor día que el Acuatlon de La Caleta, compartiendo el día con toda la marea bestiazul y con las nuevas incorporaciones que hacen que la ilusión entre nosotros siga multiplicándose.
La verdad es que nervios no tuve ninguno, cuando uno va sin ningún objetivo, casi te da igual todo, así que disfruté más con la ilusión que irradiaba de los rostros de Ayo, Natalia o de Jenny. No tuve nervios, pero sí olvido, casi me dejo el gorro en el coche, menos mal que me dí cuenta a tiempo.
Pistoletazo de salida y yo tranquilito allá atrás. Noto mucho el calor y desde el principio noto molestias por roce del traje bestiazul. También se me olvidó la vaselina. Una de las cosas que más me llamó la atención es que algunos de los que iban delante de mí corrían realmente mal e iban a paso de tortuga, así que cómo debía ir yo para ir detrás de ellos. Total, que llego a la transición y me dispongo a afrontar el mal trago de la natación. No fue un mal trago, fueron cientos y cientos de malos tragos, casi dejo La Caleta sin agua. Desde el primer momento noto cómo me van adelantando en el agua por todos lados, pero yo procuro centrarme en avistar las boyas, lo cual es mi especialidad, ya que suelo acabar “abollado” cuando voy de guachinches.
Después de la primera vuelta en el agua, pongo pie a tierra (más bien habría que decir pie a piedra) y me llevo un buen golpe al perder la la verticalidad, allí oigo la voz siempre calmada y discreta de Diana animándome y me choca la mano, ojalá pudiera hacer ella la 2ª vuelta que me esperaba, pero no, me tocaba a mí seguir con el suplicio. Al poco de empezar la 2ª vuelta noto unas turbulencias por la parte izquierda y cuando miro de reojo veo la presencia de un tiburón bestiazul, que al adelantarme y con sus superaletas provocan un estallido de espuma que me impide ver la 1ª boya, además de la presencia de la correspondiente cuerda con la que me lío y casi me hago un nudo marinero con mis brazos, piernas y la cuerda. Siguen adelantándome y a cada adelantamiento intento seguir la estela, pero para mí es tela marinera lograrlo. Finalmente logro salir del agua, con unas nuevas caídas al salir de la orilla, más mareado que un piojo y en busca de la segunda transición. Allí me encuentro también con Natalia que no me pilló en el agua por muy poquito. Me pongo a correr y logro adelantar a las 6 o 7 chicas que me adelantaron a su vez en la segunda vuelta de la natación, incluyendo a la Tibu, que hizo un debut espectacular. Llego a meta reventado, en estado de máxima fatiga, con malas sensaciones y pensando que todos estos meses de paro forzoso me han afectado más de lo que yo pensaba. Pero hay que ser optimistas y con paciencia, constancia y la ayuda incondicional de la secta bestiazul seguro que un día volveremos a ver brillar el sol.

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