miércoles, 16 de noviembre de 2011

XXI Media Maratón de Santa Cruz por César.


A finales de verano me retó, sin él saberlo, Javier Hernández a la salida de un intenso masaje de Cristo y con su mail de inscripción en el Challenger de Fuerteventura.

Decidí recoger el guante que posó suavemente sobre mi bandeja de e ...
ntrada de correo, y me apunté al XXI medio Maratón de Sta. Cruz, Era una prueba de fuego para saber si estaba preparado física y psicológicamente a aguantar una distancia que nunca había recorrido.

Mi reciente intrusismo en el mundo de los rodajes, bicicletas y nataciones se remonta al ya lejano mes de febrero y sobre todo al mes de Junio/Julio cuando adquirí ese mortífero artefacto de dos ruedas unos tubos, cables y manillar para ir por las carreteras llamado bicicleta de carretera, yo siempre la había conocido como bicicleta de carreras y no tenía ni idea del porqué tenía ese manillar tan raro que más bien parecía los cuernos de una cabra revirada o un muflón. Pues bien como os iba contando decidí dar un salto casi sin red y afrontar el reto de una media maratón.

El madrugón del domingo 6 de Noviembre fue importante; las 6:00 horas de la mañana, opíparo desayuno con pingües manjares a base de tortilla de dos huevos, cereales, zumo de naranja, cafecito cortado e incluso pensé que podía ser bueno un poquito de ginseng de ese milagroso por si me daba algo de fuerza extra (hacía mucho que no tomaba el gingseg que se me estaba caducando en la nevera, por el desuso más que nada...).

Sin saber cómo, me vi rodeado en la línea de salida de casi 800 cuerpos a mi alrededor, casi todos ellos con tecnología punta en material deportivo. Así que yo para no ser menos estaba enfundado en unas adidas adizero Boston de un color naranja que parecía el del butano (en Madrid las bombonas son color naranja) mis mallas kalenji, mi gorrilla roja para evitar que el reinante sol y posible viento me estropease el cabello y me hiciese nudos y/o enredos que después me costarían quitar, mi camiseta del acuatlón del puerto y mi Ipod en el cual sonaba a todo volumen los Aerosmiths para motivarme. Saludé a la afición y casi salgo disparado con el primer pistoletazo de salida que era para los discapacitados que iban en sus vehículos y que desde aquí vuelvo a aplaudir por el merito que tienen.

Dada mi exhaustiva preparación y duros entrenos, apenas tardé en ocupar las últimas posiciones, y desde allí pude contemplar como la procesión de veloces corredores me iban pasando.

Un poco antes de la primera vuelta, en la dársena pesquera, me fui fijando en las caras de mis liebres (hicieron perfectamente su papel y me ayudaron a lanzarme en la carrera). Al dar yo la vuelta pude ver la estela de penitentes que iban por detrás mío y de esta manera completé la imagen visual de todos los participantes; ya que esta era la idea para saber contra quién me estaba enfrentando. Ahí me dije: “César tu puedes, si ruedas solo por las noches en el parque Taoro a las 21 o las 22 e incluso a las 23h; ¿por qué no hacerlo abrigado por tantos sufridores como tú?”.

El primer avituallamiento de agua estaba situado en el Km 9 aproximadamente, y como me pasaba el la bici al principio, no se beber en marcha ( con la bici, muchos de vosotros sabéis que llegaba desidratadito, pues si me soltaba para coger el bidón me caía), por eso, daba dos o tres pequeños tragos, los cuales me provocaban arcadas más que calmar la sed y ala a seguir corriendo.

De repente, otro punto en el trayecto con militares dando esponjas. Pensé: ¡Joder, esto va a ser como el calvario de Cristo, cuando el romano le pasó la esponja pinchada en la punta de la lanza para que pudiera beber, espero que no estén empapadas en vinagre y hiel como le pasó a aquel.! Afortunadamente era agua, por lo que no sabiendo bien que hacer con ella, ya que venía duchadito de casa y ésta no tenía jabón, me la escurrí por encima de la gorra con tan mala fortuna que me entró agua por el oído derecho. ¡Coño ahora tengo que compensar como en el buceo!, escuchaba a los Aerosmits como bubujeantes. La camiseta se me pegó completamente a la espalda por efecto del agua que deslizaba por mi cuerpo y la sensación, la verdad es bastante molesta, ir pegado a algo, a mi que me gusta la “libertad de movimientos”.

Iba algo justito de fuerzas, el hombre del mazo se estaba empezando a cebar conmigo y solo mi preparación psicológica, espiritual, zen (voy a Yoga) y los pensamientos de mis seres queridos (mi gata “Mía”, mi madre, una novia que tuve con 9 años y que nunca más volví a ver, Torrente y el Fary y por supuesto, vosotros los bestiazules) me ayudaron a que alcanzase el ansiado km 21.

El olor a meta era muy intenso, casi atufaba, ya podía vislumbrar el arco similar al erigido a Trajano en la majestuosa Roma. Hice mi entrada triunfal por debajo de éste y la sensación de triunfo me embargó sobremanera . ¡Lo conseguí!. ¡Mi primer Medio y sigo en pié!.

Aún me quedaron fuerzas para ir a la carpa de los masajes, pasando primero por el puesto de entrega de la bolsa del corredor y enfundarme la camiseta conmemorativa de la hazaña, recuperar algo de fuerzas con dos peras, una manzana y otra naranja que pelé a bocados e ingerí dando buena cuenta de deliciosos manjares.

Después de la batalla el guerrero debe reposar y me apalanqué en unas sillas de pepsi debajo de una sombrilla para combatir el Lorenzo que apretaba de lo lindo.

Desde mi Atalaya observaba el itinerario recorrido por los profesionales, desde el foso donde nos encontrábamos la plebe hasta el estrado repleto de personalidades, imagino importantes, que les daban objetos brillantes con formas raras y de distintos tamaños. Curioso a los primeros que llamaban les deban el mismo objeto que al resto pero más grande. Ahora que hago memoria, creo que yo tengo uno de esos que me dieron por ganar en una carrera de perros. No os confundáis, no era de perros por el calor o la dureza, es que era de personas que llevaban a perros con su collar. Quedé tercero más por la cualidades del can que por las propias.

Ya por último, satisfecho y contento conmigo mismo torné a dirigirme al coche que me llevaría a casa para degustar un buen plato de pasta que me tenía preparado D. Juan Palomo.

Queridos mis bestias, gracias por vuestro apoyo, consejos ánimos, fotos y muestras de cariño que me habéis mandado antes y después de la carrera, pero coño, para otra vez mandarme unos patines o algo para que me cueste menos (un bote de hematocritos por ejemplo).

De nuevo mil gracias a tod@s.