jueves, 17 de febrero de 2011

Gómez Noya: así es un día en el infierno.


Té rojo africano tipo Rooibos, un zumo y medio de naranja y pomelo, un plato de fruta (piña, mango, pera y kiwi), algunas nueces, tostadas de pan de sésamo, centeno, trigo, maíz y pasas con tomate, aceite de oliva, mantequilla y mermelada hecha en casa componen el desayuno diario del hombre de hierro del deporte mundial. El mejor triatleta del planeta ya está listo para una jornada en plena época de carga, a la que asistió esta semana La Voz de Galicia. Al ferrolano Javier Gómez Noya (Basilea, 1983) le toca acumular una kilometrada brutal a nado, en la bici y en carrera pedestre, para volar dentro de unos meses y mantener la forma hasta septiembre, cuando terminará la temporada en Pekín. Figura estilizada, reparte sus 70 kilos sobre sus 178 centímetros de altura. «Nos hace falta fuerza. Pero la imagen del ironman como un armario no es la ideal para nosotros. En pruebas de muchas horas cuanta menos carrocería arrastres, mejor», explica el bicampeón mundial.
En la libreta del asturiano Omar González, su sombra allí donde se entrene o donde compita, está dibujada la planificación anual. Cifras mastodónticas que cansan con solo leerlas. «En las semanas de mayor carga hace 40 kilómetros de natación, unos 700 sobre la bicicleta cuando nos centramos en ese segmento y 130 de carrera a pie en una tercera etapa. No coinciden las máximas cargas a la vez, que sería inhumano. Las vamos ajustando», aclara el entrenador de Gómez Noya, que proyecta las cantidades a todo un año: «En el 2009, al estar medio lesionado y volcarse en la bici, llegó a hacer 15.000 kilómetros de ciclismo [el doble de la distancia entre Madrid y Bombay], y suele completar 3.000 a pie [el equivalente a la ida y vuelta A Coruña-París] y 1.200 de natación [más que unir a nado Londres y Ferrol]». «Me gusta esta etapa. Cada una tiene su encanto», sonríe Gómez Noya a orillas del Lérez. La superación, la esencia del deporte, le permite soportar casi todo. Nunca se desplomó en carrera ni se descolgó sin energías, como suele pasar en una disciplina dura como el triatlón. Sí se derrumbaron hace poco sus rivales.
Destrozado por el ritmo infernal del ferrolano, el inglés Alistair Brownlee cruzó dando tumbos la meta de Londres el verano pasado, y necesitó atención médica al instante. En la última cita del Mundial, el campeón olímpico Jan Frodeno rompió hasta descolgarse al modesto puesto 41.º.
Pero el sufrimiento está latente durante las pretemporadas. «A veces llegaba a casa y no podía dormir, del dolor en las piernas, de lo cansado que estaba. Ahora sabe dosificarse mejor, también entrenando», explica Omar González.
Rocoso como triatleta, caballero como compañero, estudiante de Ciencias del Deporte en sus escasos ratos libres, Gómez Noya es ignorado como reclamo por las marcas gallegas. De Estados Unidos, el hombre de hierro recibe las mejores ofertas de patrocinio. Coca Cola fue la última en explotar su imagen. La multinacional vio en el ferrolano la imagen perfecta para promocionar su bebida para deportistas, Powerade. Su cuerpo escultural, producto del entrenamiento intensivo al que se somete, también viste las bicis, cascos y zapatillas de Specialized, las ruedas Hed, la ropa de Champion System, los relojes Suunto, las gafas Oakley, las zapatillas y neoprenos Zoot y las barritas energéticas Mulebar.
La voz de Galicia.es

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